martes, 16 de agosto de 2011

Un día cualquiera

Suspendido entre un ligero y vago sueño tu cuerpo descansa un centímetros por encima de la cama. De manera drástica, el reloj despertador situado encima del escritorio desciende la flotabilidad con un golpe congelador que acaba instantáneamente con el dulce calor de las sábanas.

Pinceladas de realidad se transforman en un reflejo que provoca distorsiones en tu rostro y discusiones entre armarios, peines y los más variopintos cosméticos que disfracen de color el gris  de entre tus párpados.

La leche está demasiado caliente, la tele demasiado baja, la mañana un poco fría y tus ojos demasiado grisáceos. Sonríes al preguntarte si ponerse  la ropa al revés te dará suerte. Sabes que no.

El Transporte público te abruma, y te alineas junto a la ventana escarchada para aislar tu mente un momento más del resto del mundo. Vuelve a sonar esa puta canción. Vuelven a bailar figuras compuestas de una memoria, figuras hoy inertes, que ya son solo la sombra de lo que fue un pasado mejor.

El sol ralla los edificios que imponentes intentan retrasar su salida, aún sabiendo de su derrota.  Ya ha comenzado. Respiras al bajar los tres escalones que te separan de la acera.  Una bocanada de aire frío te invade como si acabaras de salir del agua, tras haber aguantado la respiración durante demasiado tiempo…

Paso firme, vas armado así que olvida el pasado, no descuides tu espalda, hay monstros ahí fuera…No deja de ser, un día cualquiera.


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