jueves, 16 de junio de 2011

Los Vencidos

Pisaba el suelo bajo sus pies con extremo cuidado pues sabía que en cualquier momento podría convertirse en el polvo que levantaba  al avanzar por las calles desiertas.
El silencio que flotaba en ese ambiente, era diferente a cualquier otro que hubiera vivido, sobre todo después de tres años de conflicto. Rodeado de edificios destruidos, se encontró que el único signo de vida que podría escuchar era el sonido de su respiración. Era un silencio que parecía instaurado desde siglos atrás…una calma, que no precedía a nada y que había sido traída por la mismísima dama negra en persona.

Alzó la vista  y pudo observar como la autodestrucción del hombre se erigía como una bandera sobre su mástil. El panorama comenzó a volverse Dantesco cuando empezó a pensar en todo el tiempo y el dinero, en las ilusiones y los proyectos…en la particularidad de ese lugar, que un día sostuvo las vidas de cientos de personas, siendo el lienzo de su existencia.
Tal era el punto  en el que los hombres se habían aliado con la destrucción, que con esta misma de su lado habían llegado a finalizar con la existencia de su propia especie, con la sangre y la carne que lazos de amor y naturaleza habían forjado para crear seres iguales, pero completamente diferentes en su interior.

Toda esa espiral alimentada por la codicia y la indiferencia de unos pocos y el odio infundado de muchos había pasado a ser un movimiento contra natura. En el fondo, sabía que debía volver atrás, mientras seguía avanzando sin un destino claro. Notaba como se aferraba a un trozo de aleación  y madera que se había convertido en los últimos tiempos en lo único, junto a sus recuerdos, a lo que podía agarrarse.  Cada día que pasaba alimentándose de lo que encontraba en cuerpos inertes, que bebía de lluvia y agua de goteras y que dormía con los ojos despiertos por miedo a que cualquier respiro pudiera ser el último, sentía que sus heridas se cicatrizaban con odio y sed de venganza, inyectando sus ojos de ira y cambiando su forma de mirar.

 Mientras avanzaba, comenzó a oír un sonido constante que rompía el sepulcral silencio de la ciudad fantasma. No recordaba la última vez que escucho una pieza musical que no proviniera de una corneta o evocara a los caídos, pero reconoció al instante el suave sonido de una suave melodía. Se paró en frente de la casa desde la que emanaba la música y atravesó,  cubriéndose  la cabeza con sus manos, lo que quedaba del marco de la puerta. 
Apareció ante sí una habitación vacía, repleta de escombros, con una mesita de noche en medio que sostenía el pequeño aparato  de radio en el que sonaba ‘’If you tolerate this your children will be next’’  de los Manic Street Preachers, inundando la habitación con un mensaje que había perdido todo su sentido….De súbito un brusco movimiento y un fuerte golpe contra el suelo le sobresaltó y le obligó a ponerse en guardia  colocándose el rifle a la altura de la cara, preparándose para lo que pudiera aparecer.
De detrás  una mesa tumbada en el otro extremo de la sala surgieron un par de manos vacías y una mirada cargada de pánico. Un hombre joven y con un aspecto terrible se puso en pie lo mejor que pudo y comenzó a  soltar palabras de súplica en un idioma que se había acostumbrado a oír pero que seguía sin comprender. Escudriñó al hombre de arriba abajo comprobando que no iba armado, cuando reconoció tras lo que quedaba de un bolsillo de su camisa una brillante insignia del enemigo.

No le podría temblar el pulso. Según como le habían adiestrado, según lo que le habían hecho ver, tenía en frente a un individuo desalmado, una bestia capaz de cualquier cosa con tal de aniquilar. Debía  hacerlo, por proteger a una familia que ya no tenía, por defender a un pueblo del que había marchado y por alzar los ideales de un líder al que había olvidado. El deber estaba por encima de cualquier cosa.
Observó tras la mirilla del arma al ser  que tenía delante, un cuerpo imperfecto  cuyos ojos se encontraban  nublados por el terror  y su boca repleta  de palabras incomprensibles que se apoyaban en  un grito de súplica y esperanza. Mientras deslizaba  suavemente la mano sobre el gatillo, parecía que la música y el tiempo se hubieran parado, formando parte del ambiente que rodeaba a ambos, que se mantenía  como una melodía suspendida que esperaba al final de la historia…en la que pasara lo que pasara ambos resultarían vencidos.

En ese momento, recordó las palabras que un soldado veterano  le dijo una vez: ‘Nunca cierres los ojos, y volverás a casa sobre tus pies’’… el jamás los cerraría, pero aún teniéndolos siempre abiertos jamás podría  volver a  distinguir, a un ser humano.




1 comentario:

JAVI dijo...

Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos
claros de la muerte,
se dicen las verdades, las bárbaras,
terribles,amorosas crueldades,
amorosas crueldades.
(Paco Ibañez)