Sucumbía el calor a la ligera brisa acomodada en la noche de verano. Las luces que flotaban se posaron, en ojos descuidados. Se libraron de cadenas nuestras manos, y los cuerpos separados sin buscarlo al encontrarlo como ramas de una hiedra sin querer se entrelazaron. Y al vender la distancia por besos descuidados y las cortas despedidas por aquellas que de dulces se amargaron, el calor pasó de largo, pero sus huellas se quedaron.
Noche estrellada sobre el Ródano- Van Gogh |
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